Roberto González Marchetti
Psicólogo / Presidente de Feput
Se instaló como un ritual entre los adolescentes que comienzan el último año de secundaria, en un consumo excesivo de alcohol que se da la noche anterior al comienzo del ciclo lectivo. Esta práctica cobró mayor vigencia en todo el país en los últimos 10 años.
Las formas del consumo en nuestra sociedad tienen que ver con un proceso cultural que es histórico en cuanto a bebidas alcohólicas. En nuestra provincia hay una aceptación del consumo que se va instalando en todo grupo etario, a pesar de la prohibición de consumo de alcohol en menores.
Ahora, ¿existen espacios de diálogos para el cuidado de esta practica?
Es fundamental que los adultos podamos pensar y reflexionar sobre los espacios sea en las escuelas o el hogar, el inicio del consumo siempre es por el ofrecimiento de otro, y ese otro, no siempre son los padres, aunque tengan problemas de consumo de alcohol.
El construir acuerdos para cuidar a las y los jóvenes y no dejarlos solos con lo que creen del consumo, basta recordar que detrás de un accidente vial, o de situaciones de inseguridad donde participan menores de edad, el consumo de sustancias está presente.
El alcohol es una sustancia depresora. Muchas veces se consume para vencer la timidez, bajar la ansiedad y obtener formas de diversión desde la desinhibición.
Así como provoca este efecto transitorio, después del mismo lo que queda es lo anterior, sea tristeza o angustia, y con más intensidad, generando nuevamente la necesidad de un nuevo consumo para no sentir los mismos efectos.
Muchos padres no conocen a sus hijos adolescentes y participan en la organización o con el consentimiento para ese festejo, y ahí está el problema central, porque si es un joven que tiene problemas de interacción con pares, se pasa más tiempo encerrado, últimamente tuvo situaciones de discusiones en la familia, o se vio cambios en su conducta que no eran habituales, entonces es probable que las consecuencias del UPD no termine en un consumo excesivo, sino que sea más negativas.
Ese chico que ingresa alcoholizado en la escuela es un joven que comunica desde su rebeldía un malestar que lo atraviesa, porque siempre las escuelas son los lugares donde más rápido se detectan estos cambios conductuales; es decir, no todos los que ingresan alcoholizados al aula son parte de la rebeldía misma; hay algunos que lo hacen para trasmitir lo que no pueden poner en palabras, el malestar que atraviesan.
Tampoco existen padres que no hablan del consumo responsable de alcohol; entonces son jóvenes que mezclan bebidas, incluso con otras sustancias, donde los efectos duplican el peligro si no existe un cuidado especial.
No se trata de prohibir este ritual, se trata de prevenir, que el festejo no termine en una consecuencia a lamentar, por la dinámica de las conductas de los adolescentes, que aún no tienen instalados los recursos internos para mantener una regulación emocional equilibrada.
Alteraciones
Porque sabemos que un consumo de alcohol en temprana edad afectará el sistema nervioso central, provocará alteraciones en la atención, la concentración y la memoria, además de que causa problemas de rendimiento sexual, aumenta la agresividad y la melancolía. Incluso puede producir desde somnolencia hasta un estado de anestesia y/o coma.
Cuidar a los hijos no es solo llevarlos a que consuma en un “lugar seguro”, ni festejar el “ponerse en pedo”; se trata de es construir una comunicación clara que le permita al adolescente sentirse escuchado, acompañado y seguro a partir del apoyo, para que en el consumo sea responsable de sí mismo y de sus pares.