La vida es diacrónica, es decir, que a una persona le suceden hechos sucesivos uno detrás de otro a través del tiempo y que erigieron su evolución. En esa time line que se dibuja virtualmente, el peso de las circunstancias ubican a cualquiera en la cima o en el fondo: todo puede cambiar de un minuto para el otro. Demi Moore puede dar cuenta tranquilamente de esa construcción. La actriz pasó del éxito al fracaso, del éxtasis al drama y del olvido al reconocimiento total.
En esa mixtura de momentos apilados, su figura resurgió verdaderamente como un ave fénix desde las cenizas de lo que era como artista. Su trabajo en la fascinante y deforme La sustancia la llevó a lo más alto del mundo del cine, con una certeza: es una de las favoritas en llevarse un Oscar a la mejor actriz.
¿Cómo pasó Demi Moore de convertirse en la mejor paga de Hollywood a ser olvidada por la industria y reformularse como una actriz de carácter que gana premios en festivales y busca el máximo galardón de la Academia?
Se pueden buscar un sinfín de aristas en los que abordar la vida de Demi Moore. Se puede husmear tanto en las debilidades por las que atravesó en su vida privada como también en los vaivenes que tuvo en sus relaciones sentimentales, desde sus controvertidas primeras parejas mediáticas, al matrimonio con Bruce Willis o a su romance explosivo con Ashton Kutcher.
Sin embargo, el recorrido artístico de su trabajo como actriz pintan de cuerpo entero los andariveles sinuosos que atravesó una de las máximas estrellas de la década del 90.

Demi Moore nació el 11 de noviembre de 1962 en Nuevo México, Estados Unidos bajo la identidad de Demetria Gene Guynes. Sus padres se divorciaron cuando ella era muy chica y fue criada por su madre. El alcoholismo era moneda corriente en ese entorno, al igual que los engaños.
Cuando era adolescente se enteró de que quien pensaba que era su padre no lo era. Además, su madre ejercía violencia sobre ella: a los 15 años la obligó a prostituirse por 500 dólares.
“Durante muchos años ni siquiera consideré que fuese una violación. Me convencí de que yo había provocado la situación. Me sentí obligada a hacerlo porque eso era lo que ese hombre esperaba de mí, lo que yo había permitido. En mi mente de chica de quince años, me merecía lo que me había pasado”, escribió en su autobiografía Inside Out: A Memoir.
En todo ese contexto muy complejo donde el alcohol era moneda corriente en quienes la criaban, Demi construyó su identidad como artista desde muy chica.
En 1981 consiguió un rol en la famosa telenovela General Hospital que la hizo visible. Lentamente, el cine empezó a brindarle oportunidades: Parasite y Young Doctors in Love fueron sus primeros trabajos. Cuando consiguió un papel en Échale la culpa a Río, con Michael Caine, su vida dio un vuelco.
Tras ese rol, hilvanó una serie de películas centradas en temáticas de jóvenes que potenciaron su figura. No Small Affair, El primer año del resto de nuestras vidas, One Crazy Summer y Wisdom la ubicaron para siempre dentro del famoso grupo llamado The Brat Pack con otros actores como Rob Lowe, Andrew MacCarthy y Emilio Estevez (con quien tuvo una relación amorosa).

Todo estaba predestinado a que Demi Moore iba a tener un éxito propio en cualquier momento. Esa posibilidad se le dio al pasar de una década a otra. En 1990 se estrenó Ghost, la sombra del amor, un drama romántico con toques sobrenaturales y policiales que le dio frescura a ese género.
El film protagonizado además por Patrick Swayze y Whoopie Goldberg fue un taquillazo impresionante. Con solo 22 millones de dólares de presupuesto generó en todo el mundo una recaudación de más de 500 millones de dólares, según Box Office Mojo.
La figura de Demi Moore, su estilo, su moda y sus cortes de pelo fueron un espejo en los looks de millones de mujeres. La actriz se convirtió en una tendencia en sí misma. Desde ese momento, concatenó un hit detrás de otro: Cuestión de honor, Propuesta indecente, Acoso sexual, La letra escarlata, La jurado y hasta le puso su voz a Esmeralda en El jorobado de Notre Dame.
Esa sucesión de películas que recaudaron millones ubicó a Moore en una posición muy alta en la industria. El problema para ella es que estaba a punto de caer demasiado rápido.
El quiebre en la vida laboral de Demi Moore fue en 1997, cuando protagonizó Striptease. Dirigida por Andrew Bergman, el film se metía con la historia de vida de una stripper que era madre soltera y quedaba involucrada en un caso muy complicado luego de que un hombre ligado a la política se enamoraba de ella.
La actriz era en esos años la mejor paga de Hollywood. Ese mote se lo ganó con el sudor de su frente y los éxitos descomunales que logró con su carisma. Para aquella película cobró 12,5 millones de dólares, una cifra impactante.
Además, en aquella época, Moore y Bruce Willis empezaron a tener chispazos que terminaron por eclosionar en su divorcio en 2000. La actriz estuvo en varias películas que no funcionaron como G.I. Jane o Passion of Mind que contribuyeron para que perdiera el lugar al que había llegado.
Su pelea interna con su cuerpo, además, le estaba pasando factura. “Experimenté personalmente que me dijeran que perdiera peso en bastantes películas antes incluso de tener a mis hijos. Esas fueron experiencias humillantes, pero la verdadera violencia era lo que me estaba haciendo a mí misma, la forma en que me torturaba, hacía ejercicios extremos y locos, me pesaba y medía mi comida porque estaba poniendo todo mi valor de quién era en cómo era mi cuerpo, cómo se veía, y estaba dando a la opinión de otras personas más poder que a mí misma”, comentó en una charla con la revista de The New York Times.
El divorcio de Willis abrió una etapa en ella en la que intentó conectar con otros hombres, mientras su trabajo fue quedando relegado. Solo aparece en el horizonte un rol que, a la distancia, es uno de los más simpáticos de Demi Moore, como la villana de Los Ángeles de Charlie, en 2003. El resto de sus trabajos son muy pocos: solo surgen Un plan brillante y Mr. Brooks en aquella década.
En esos días, la actriz vivía un comentadísimo romance con Ashton Kutcher, a quien le llevaba 15 años. En su biografía repasó los tormentosos momentos que vivió junto al actor, incluso que volvió a tomar alcohol tras 20 años de abstinencia.
Moore estuvo enfrentada con sus hijas por sus decisiones y llegó al fondo de la cuestión cuando, en 2012, tuvo una convulsión tras haber consumido óxido nitroso y marihuana sintética. Tuvo convulsiones y estuvo a punto de morirse frente a una de sus chicas.
“De repente, volví a mi cuerpo. Fue un momento en el que, de alguna manera, se me dio una opción. Algo tenía que ceder. Cuando llegás a esos lugares, o entrás o salís”, expresó en su biografía.
Cómo hizo Demi Moore para instalarse otra vez en la cumbre del cine
Tras haberse recuperado del consumo de alcohol y drogas, Demi Moore enfrentó un ostracismo que la puso en otra posición. Casi sin trabajo en Hollywood, en 2019 decidió contar desde lo más profundo del corazón cómo sobrevivió al tortuoso camino de la fama en su autobiografía. Ese fue su primer gran regreso.
Aquel libro fue el preámbulo de la vuelta de la actriz a lo más alto. En La sustancia, la directora Coralie Fargeat diseñó un personaje a la medida de Moore: una mujer a la que la expulsan de la industria de la televisión y que busca, cómo sea, recuperar el tiempo que ya pasó, autodestruyendo su cuerpo.
“Definitivamente sentí que tenía un conjunto de experiencias que realmente se podían aplicar, y que realmente me sentía identificada con eso, de esa manera tan humana. Sentí que había algo que sería profundamente resonante para los demás en este rol”, consideró Moore, en un diálogo para el podcast Fresh Air, para explicar por qué eligió hacer el film.
La sustancia es tan deforme como sarcástica, cinéfila y provocadora, grotesca y tensa, apasionada y estética: parece exponer muchas de las características que vivió, sufrió y padeció Demi Moore durante años en la industria.