En esta última temporada los medios de comunicación están sacando a la luz, actos de corrupción cometidos tanto por funcionarios del Estado Central, ministerios, como de algunas gobernaciones y alcaldías, éstas últimas son las que más obras se ven obligadas a hacer porque administran parques, calles, alumbrado público, mercados y otros. Hoy los medios digitales en alguna medida controlan a las autoridades y éstas no dudan en mostrar al pueblo obras y obras, pero el pueblo se da cuenta de si esta autoridad con tantas obras está robando en cada una de ellas. Pero el vulgo satisfecho con estas obras dice: «Roba, pero hace». Con este juego de palabras se trata de justificar, encubrir y perdonar el cometido del delito de «robar», aceptándolo como un acto natural; seguido de la preposición disyuntiva «pero» y continuada por el verbo «hacer».
A este pensamiento muchos observadores lo califican como un cambio de valores que está sufriendo el hombre actual. Según nuestro entender, este pensamiento no es más que una hábil colocación de palabras, pues un sano y bien intencionado castellano nos llevaría a decir: «Hace, pero roba», es decir, el mérito seguido del demérito.
Innegablemente hoy, es digno de mención todo aquel funcionario público que haga, pero… si roba, se descalifica totalmente el mérito de hacer; porque bien puede el actor utilizar el mérito de «hacer» solo con el fin de robar. Este honesto raciocinio (Hablando siempre de la función pública) nos conduce a decir que: «El hacer es bueno y el robar es malo», de donde los sofistas interesados de nuestro medio, al usar para sus fines políticos la falacia de «roba, pero hace» nos está diciendo en otras palabras «es malo, pero es bueno”, antinomia incomprensible, lamentablemente solo para el analista, ya que el vulgo cree y está convencido de que estas dos palabras se avienen; cándida creencia similar a la del palurdo que periódicamente convence a su conveniente diciéndole «te pego porque te quiero».
Descubierta la mentira, salta la defensa interesada con el barato argumento de «otros roban y no hacen «, es decir el delito de «robar» agravado por el «no hacer»; en otras palabras, lo peor seguido de lo malo. Con este nuevo raciocinio llegamos a la conclusión de que el que roba, pero hace, es el «ladrón bueno» y el que roba y no hace es el «ladrón malo», y aparentemente nos encontraríamos frente al pasaje bíblico de la crucifixión. Trasladando este hecho bíblico a nuestro medio y nuestro tiempo, tendríamos que, al «ladrón bueno « el vulgo lo perdona porque «roba, pero hace», y al «ladrón malo “lo condena porque «roba y no hace». Sin embargo, en este pasaje el pueblo judío tanto al uno como al otro los condenó, y no por ser buenos o malos, sino por el delito de «robar». Y, si Cristo perdonó a uno de ellos, no fue porque era ladrón bueno, sino por el arrepentimiento que éste tuvo. Pero, al hablar del Estado y de la cosa pública, la vida espiritual está aparte, y el robar y arrepentirse es un acto subjetivo de conciencia que, jamás en la eternidad, funcionario público u hombre del Estado alguno lo hará, admitiendo su delito.
Finalmente, podemos decir que, estos dos falsos raciocinios mal concebidos, constituyen un gran peligro para el pueblo de Bolivia, porque de avanzar en el tiempo y normalizarse en nuestras conciencias, pueden entrar a formar parte de nuestra cultura, de tal manera que mañana, todo aquel que «haga», crea que tiene todo el derecho de robar. El perjuicio no será sólo para la economía del país, sino también para aquel ciudadano o político que tenga el deseo y la atención de «hacer sin necesidad de robar», en cuyo caso cuando empiece a trabajar con esa sana intención, todos pensaran que está haciendo para robar. Entonces, en este indeseable caso, la palabra «honestidad» habría definitivamente que borrarla del castellano; fatalismo trágico que todos los bolivianos debemos evitar se cumpla, y desde ahora repudiemos el robo, señalemos al culpable y castiguemos al delincuente de las cosas del Estado.
Roba, pero hace
Rafael Julio Quiroga
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