El escritor Emilio Martínez ha dado la
mejor explicación sobre la renuncia del exministro Iván Lima, uno de los
principales alfiles de Luis Arce. Cree que Lima fue removido del gabinete
porque, durante la marcha "para salvar a Bolivia", encabezada por el
cocalero Morales, sugirió su aprehensión y encarcelamiento, al que
constantemente acusan de desestabilizar
al gobierno e intentar derrocar a su pupilo.
Martínez sostiene que, aunque las dos
facciones del MAS están enfrentadas y al borde de la ruptura —acusándose
mutuamente de todo y habiendo incluso llegado a los golpes—, existe una línea
roja que hasta ahora no han cruzado. Según él, los instructores cubanos no
desean que las contradicciones internas del MAS —que algunos consideran
ficticias o parte de un espectáculo— terminen en la desaparición del
"proceso de cambio", como sucedió en Ecuador, donde la destrucción
del correísmo surgió desde dentro del régimen.
Esta tesis ha sido confirmada
recientemente nada menos que por el fiscal general, Juan Lanchipa, quien
destituyó de inmediato a una fiscal de Tarija que había emitido una orden de
arresto contra el expresidente Morales, que enfrenta múltiples acusaciones,
incluidas denuncias por pedofilia y abuso de menores. La funcionaria se ha
quejado de abusos por parte de su superior, acusándolo de proteger al
exmandatario, quien, además de las denuncias por su enfermizo interés en
jovencitas, está implicado en narcotráfico y otros delitos graves.
A pesar de las acusaciones mutuas dentro
del MAS, nadie ha iniciado investigaciones ni ha procesado estos cargos. De
hecho, es la primera vez que alguien del sistema sobrepasa los límietes
mencionados por Martínez y el resultado ha sido un mazazo en la cabeza, lo que
revela el temor de la dictadura a que todo se desmorone.
Siempre se ha dicho que la división del
MAS es imprescindible para la supervivencia del partido, aunque sea solo
aparente y pese a que todo parece resumirse en una lucha por el control del
narcotráfico. Cada bando busca un efecto diferenciador para recuperar el
respaldo popular perdido por la corrupción y el fraude. Arce ha intentado
distanciarse del estigma cocainero del "instrumento político",
mientras Morales está aprovechando la crisis económica para proyectarse como
salvador.
La estrategia parece ser mantener el
conflicto en el tapete hasta que las encuestas, los cubanos o alguna otra
circunstancia determinen al candidato para las elecciones de 2025, sin que ello
implique una ruptura total, la polarización del electorado masista o, mucho
menos, perder el poder. De hecho, los asesores caribeños han logrado que esta
estrategia concentre toda la atención en el MAS y han vuelto invisible a la
oposición.
Algunos creen que la decisión final sobre lo que ocurrirá después de 2025 no depende de nadie más que de la crisis económica. Quienes sostienen esta opinión temen que todo termine como en 1985, con Siles Zuazo tirando la toalla y dejando el camino libre a un proyecto totalmente antagónico, el mayor temor de los cubanos.